Costa Rica, así como la gran mayoría de países en el mundo, vive una grave crisis relacionada con el aumento del precio de los combustibles, la cual tiene una incidencia directa en su economía.
En este 2022, de enero a junio, la gasolina “súper” aumentó más de 350 colones (pasó de 713 colones a 1.060 colones), para un incremento de casi el 50%. La gasolina regular y el diésel tuvieron movimientos similares. La tendencia al alza está ampliamente influenciada por la invasión de Rusia, uno de los principales países petroleros, a Ucrania.
“El impacto es sumamente alto en un país como el nuestro, con una alta dependencia de los combustibles para lo que es transporte, maquila y manufactura, en general en toda la cadena de valor”, dijo el director comercial de Monifal, Fabián Aguilar. “Esto se ve reflejado en el costo de vida general de las personas”, añadió.
Precisamente, el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC) registró que Costa Rica alcanzó en mayo, tres meses después del inicio del conflicto armado, una inflación interanual equivalente a 8,71%, la mayor desde 2009 cuando marcó 9,52%.
La cifra supera en demasía la proyección previa realizada para cerrar el año por parte del Banco Central de Costa Rica (BCCR) de entre 2% y 4%.
Inclusive, el BCCR también reubicó la proyección de crecimiento económico de 3,9% a 3,4% “como resultado de la desaceleración de la economía internacional, el incremento en los precios de las materias primas, así como por una mayor incertidumbre global, todo exacerbado por la guerra en Ucrania”, según dijo el presidente de la entidad, Rodrigo Cubero.
De acuerdo a analistas, la guerra encarece el combustible porque en ella se consume petróleo en tanques, aviones y arsenal militar. Y como en este caso Rusia tiene su propia extracción de petróleo, su demanda, y por ende la del resto del mundo, aumenta.
“El aumento de la gasolina, en cualquier lado del planeta, tiene un impacto importante en toda la dinámica que tiene una sociedad”, reiteró el economista Daniel Suchar.
“Los bienes que se comercializan, ya sean importados o no, deben trasladarse a diferentes partes y eso acarrea un gasto en combustible. Si ese rubro crece, el costo y gasto operativo se traslada al consumidor en un aumento de precios (…). De igual forma sucede con los servicios”, explicó.
Aguilar señala que con este panorama en la mesa y con la incertidumbre de cuánto más se puedan extender condiciones incontrolables para la población, se deben tomar medidas para mitigar los efectos en el bolsillo.
“Esta situación no es algo que podamos controlar, así que lo ideal es una mejor planificación, tanto de nuestros viajes para no hacer recorridos innecesarios, así como de nuestras compras, evitando las de impulso y conservando solo las más racionales”, aconsejó.
“Y, eventualmente, por cómo se está moviendo la economía, sin duda hay que comenzar a pensar en el transporte público o vehículos eléctricos”, concluyó Aguilar.
Así y hasta nuevo aviso, la guerra, la economía y los bolsillos de los ciudadanos tienen un denominador común: la incertidumbre.